ESTE AHORA
Como un idiota no
comprendo nada.
No sé qué me pasó.
Como ahora solo impera
la filosofía del miedo.
Los tanques ya están
listos. El diálogo es la guerra.
Los misiles al borde de
la mesa.
El pan se remoja en las
trincheras.
Como los cuervos, los
drones y las sombras de las hélices.
La muerte de
juguete.
¡Qué difícil ser
sensatos!
Hoy es un día maravilloso
para guisar una vieja y comerla
con papas arrugadas y un
buen mojo de cilantro.
El pescado fresco establece una tregua.
No es posible matar a nadie a las cuatro menos veinte y
bien comido.
Famélico, fálico y
falaz.
El precio de la vida
sube y sube.
Un toque de pimienta verde en los labios,
para quedarse en calzoncillos un minuto buscando las gafas
ver.
Recuerdo su sonrisa,
hablaba.
Lo decía todo sin
palabras. Sus dientes eran el comienzo de una linda secuencia.
Stalingrado cubierto de
ceniza y una brisa helada que soplaba desde el Volga.
No se aprende nada de
las guerras.
Podrás mofarte de los francotiradores,
encaramados en las ruinas de un antiguo edificio…,
podrás reírte de las balas, de los muertos que cayeron ayer,
para siempre, para que tú
hoy hables de la guerra con esa risa idiota.
Escribir apoyado en un
fusil unos versos apócrifos que doblen el metal.
Caer en los lagos de la
turba del espanto, donde los muertos son solo raíces.
Incontables columnas de
cifras infinitas en hojas amarillas.
Los números son como
pulgones y como los muertos no descansan en paz.
Una chica cruza la calle,
va dando pasos como un autómata, su mirada duele de tristeza,
gibosa su
figura por el peso del mundo.
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