domingo, 23 de agosto de 2020

Covidiotas (Poema)

 



Covidiotas


El verano azulea el firmamento,

y lo difumina

hasta juntarlo con el mar.

Algunas olas resplandecen

como estrellas fugaces que

nacen y mueren sobre el agua.

El mar, este universo azul

de algas y de peces.

Un humilde arrastre de callaos

nos lleva hasta su eternidad,

allí dónde no somos capaces

siquiera de contar el tiempo,

donde las olas nos devuelven,

a nuestra mísera condición humana,

donde impera la soberbia,

y la mezquina mirada

que lo ve todo desde arriba.

 

El Covid 19 es, una sombra,

un bulto, que vaga libre por las calles.

Que no pierde el tiempo.

Que nos apuñala por la espalda.

Que nos ajusta bien las cuentas.

Brotes y rebrotes se suceden.

El terreno está minado.

Nadie aprende de un viejo que se muere.

Ni de una vida que se va,

en silencio hacia el ocaso.

En esta guerra

las bombas caen lejos.

 

La muerte no entra en sus planes.

Los covidiotas no llevan mascarilla.

Ni guardan las distancias.

No tienen ningún miedo,

ni vergüenza, ni respeto a nadie.

Se limitan a mirarse el ombligo.

Su propio yo les mira de frente,

desde vitrinas que solo reflejan sus sombras,

su cielo abovedado.

No existe nada más.

Lo que importa, es lo que les gusta.

Aquello que desean...

El mundo se hunde,

pero ellos seguirán como si nada.

Oirán de los enfermos.

Les hablarán de los muertos.

Pero ellos seguirán con lo suyo.

Pondrán todas las excusas.

Hablarán de Bill Gates.

De los famosos microchips.

De teorías insólitas y toda

una serie de mandangas

que dicen,

en pos de la insolidaridad,

que nos lleva directamente al exterminio.

Los covidiotas santifican la fiesta,

el botellón.

Su egoísmo es la pura

antítesis de la vida.

Del largo viaje que nos trajo a este lugar.

No existe nada más.

La muerte es lo que queda.

Eterna y desolada,

como un pájaro con las alas mojadas.

 

En la negra orilla, Caronte nos espera,

blande los remos de su barca.

No le miren a los ojos.

Sean previsores.

Que no les falte un óbolo para pagar el viaje.

El destino siempre se cumple.

No vayan a pasar por la eternidad,

errantes, por  falta de una puta moneda.


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