Se acabó el estado de alarma
Se terminó el estado de alarma,
de nuevo recobramos la libertad de movernos,
de volar
como las andoriñas,
chapotear en "la nueva normalidad".
Pero hemos de saber
que el Covid 19 sigue ahí,
dispuesto a saltar como un felino
sobre la libertad de los idiotas,
presto a planear
sobre las creencias falsas,
de incrédulos y sabelotodo.
Apoyándose en las conspiraciones
creadas en pos de negar la realidad,
socio de los que ponen en jaque a la salud.
De los abridores de brechas en la seguridad,
como butrones en los muros…
No entiendo el ¿por qué?
Pero esto me hace viajar
lejos,
muy lejos en el tiempo,
oigo voces de remos
batiéndose en el agua,
sobre el negro crustáceo
el ambiente es brutal,
sacrificio,
violencia y dolor…
Entre los remeros,
veo a un sufrido galeote,
qué, cansado de vivir,
abre en secreto
un boquete en la sentina.
El suicida
se lleva todo por delante,
incluso a los que no querían morir.
Poco a poco, entra el agua,
va subiendo de nivel,
rápidamente
inunda las bodegas,
supera los mamparos,
el navío se hunde,
entre gritos,
la galera baja hasta el silencio.
Siglos después,
sobre el lodo,
nada identifica el hecho,
en el océano,
el aceite de las tinajas,
como las vidas,
se ha desvanecido para siempre.
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