domingo, 18 de agosto de 2019

La mesa diecinueve (Poema)














La mesa diecinueve


Mientras el Sovereign
inicia una nueva singladura,
nosotros nos vamos de retorno,
a punto ya de concluir el viaje,
la aventura,
rumbo a nuestra tierra,
volando vamos
sobre las alas azules de la tarde…,
a diez mil trescientos metros
de altura,
dicen por el megáfono.

Torres de nubes blancas
se levantan a nuestros pies,
nos miran indiferentes
mientras el Airbus A320
pone en la ruta su empeño,
a mi lado una joven pasajera
sin cabeza deja a un sueño,
y yo abajo muy abajo
imagino a la tierra ibérica,
a esa inmensa piel de toro,
donde se asientan los sillares
del bello suelo español
que repleto está de sueños,
de naranjos y olivares…

Sentados sobre las alas de éste pájaro
avanzamos sobre el viento
rumbo a nuestra pequeña patria.
Las Canarias…
Allí tenemos a gente que nos ama.
Gente que nos espera y que nos quiere.

Atrás también quedaron amigos,
gente a la que queremos y nos quiere,
somos los entrañables amigos
de la mesa diecinueve…

La tarde se funde lentamente
como un polo de nieve,
sobre la mesa diecinueve,
dos servilletas
se convierten en pájaros,
y mientras las niñas
Sara y Alejandra
pintan el mundo
de inocencia y de colores
a babor el sol se pone sobre Capri.
Maximilian, sutilmente,
hace que cante el agua y el vino
por la boca de los vasos,
mientras tanto,
Francisco nos muestra
la sublime literatura de la carta:
los entrantes,
primeros y segundos platos,
los postres,
las carrilleras de ternera,
el rabo de toro
o el ajo blanco,
el menú de Jordi Cruz,
la sopa de cebolla,
el ceviche,
o aquel tartar tan rico
con un toque de cilantro.

Fueron tantas y tantas
las cosas que recordamos
aún no viniendo en la carta,
recuerdo: aquellos locos
del chocolate negro,
a los que gustan de las sopas,
las empanadas,
el marisco,
o de aquellas ricas olivas
expertamente aliñadas,
los que descubren entre visillos
a la puesta de sol,
Nova Tabarca, la isla plana,
o, a los que encuentran en el póquer
sosiego para su alma,
los madrugadores
que miramos al rojo sol
naciendo de La Toscana,
con una Luna de plata
observando a nuestra espalda,
o, cuando entre plato y plato,
en la maraña de nubes,
surge San Borondón
como siempre de la nada.

Hay unas cuantas verdades
que llevamos ya para siempre
cinceladas en el alma,
son cosas de gran solera,
pues bien sabemos:  
que para ajo, el mejor,
Las Pedroñeras.
Para paella, única,
La Valenciana.
Y para plátanos, sin duda,
los plátanos de Canarias.

Late fuerte mi corazón
nada hay que me lo altere,
cuando se cruzan por mi mente,
aquellos rojos amaneceres,
la brisa del Mediterráneo,
el crucero,
los amigos,
y la mesa diecinueve. 

Copyright © Servilio Casanova Pestano| Todos los derechos reservados.



4 comentarios:

  1. Hermoso canto a las cosas que tiene esa tierra que uno ama. El suelo que lo vio nacer y esos lugares no tan lejanos que son tan especiales y tan nuestros como la ciudad donde vivimos. Saludos para toda esas personas tan amables que viven en las tierras de España.

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    1. Muchas gracias, Emanuel, me alegro que te haya gustado mi poema, que es un canto a España,al Mediterráneo, a la vida, y, sobre todo a la amistad. Un abrazo.

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  2. Precioso poema de homenagem a terra que se ama .
    Parabéns pelos lindos versos .Viajei para a Espanha através de seus versos .
    Abraço

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  3. Muchísimas gracias, amiga, sí, es un homenaje a mi país y a unos excelentes amigos que conocimos en este viaje inolvidable. Un fuerte abrazo, querida amiga!!!!

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