A
OMAR KHAYYAM
Omar
Khayyam,
viejo
sabio,
ya
sabías tú
que
el cielo y el infierno
no
habrías de buscarlos
en
las lejanías más lejanas,
sino
que los tenías
ahí,
al
lado,
muy
cerca de tú casa,
a
dos zancadas de camello
en
el pozo de tú alma.
Humilde
¡oh! ¡gran Khayyam!
Consciente
qué
tu gran sabiduría
siempre
fue menor que tú ignorancia,
agua
o humo
que
el viento desvanece,
eso
creías ser,
feliz mientras tanto,
mientras
llega lo que ignoras…
te
detienes,
bebes
tu copa de vino
besas
a tú amada,
embriágate
de vino
y
empápate de amor
para
olvidar
que
nunca sabemos nada.
Paladea
tu vino mientras esperas,
goza,
sé feliz, a fin de cuentas,
ignoras
a que has venido
ni
por qué habrías de marchar,
goza
y sé fe feliz,
bebe
tu vino,
pues
ya sabes,
¡que
nada sabes, que no sabes nada!
El
cielo y el infierno
están
muy cerca,
muy
cerca de tú casa,
a
dos zancadas de camello
en
el pozo de tú alma.
Y
yo aquí lejos de ti,
a
más de mil años
que
nos separan,
es
una larga distancia...
pero
aún sigo bebiendo,
de
aquel mismo pozo
y
de su misma agua.
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