AL PROFESOR BERNARDO SOUVIRÓN
Convicción y naturalidad.
El profesor Souvirón
vierte
su voz en las ondas,
y
atraviesa hasta el ciclón,
mientras
duerme la ciudad.
Muchos,
cansados ya,
apenas
salió el lucero,
como
Aquiles se entregaron
inertes,
derrotados
en los
brazos de Morfeo.
Mientras
tu sigues ahí,
navegando
como Ulises
y
surcando el mar Egeo
a
expensas del destino,
del
capricho y el deseo
de los
hombres y los dioses.
Gobierna
tu nave Homérica
hacia
tiempos milenarios,
muéstranos
la historia clásica
plena de
guerreros, de héroes,
de
dioses poderosos y de sabios.
Que Eolo,
tense tus velas.
Y
Poseidón de ti se apiade,
que te
ofrezca una mirada compasiva
en su
rostro más amable.
Te
acompañan tus alumnos,
tus
amigos, tus oyentes...
somos
tus fieles gregarios.
Por tu
boca hablan las piedras
con
acentos milenarios,
mientras,
el aliento de los dioses
gravita,
al compás de tus palabras.
Más
allá de las columnas,
que
levantó, el inefable Hércules,
desde
las tierras atlánticas,
queridas
Islas Canarias,
Jardín
de las Hespérides.
Te
ofrezco solo mis manos,
quisiera
hacer de remero.
Vigorosos,
impulsemos tu galera,
todos,
todos juntos, antes,
que una
piedra de ignorancia
rompa
la frente del guerrero.
Visitemos
mercados persas,
egipcios,
fenicios, griegos,
y con
la ayuda de los dioses
salgamos
con insistencia indomable
en
busca de la tierra de Tartesos.
Que los
dioses del Olimpo de nosotros
como
seres mortales se apiaden,
de
cantos de sirena nos liberen,
y
concluyan esas guerras pertinaces,
para
siempre, entre griegos y troyanos.
Renacerá
la paz en la ciudades.
El
hombre se asombrará
y
escuchará hasta quedar atónito,
relinchar,
al Caballo de Troya,
en las
profundas oquedades del mar Jónico.
Lo
presiento, me lo dice el corazón,
que has
vuelto la vista hacia Ítaca,
y hacia
ella caminas querido profesor.
Te
deseo un camino venturoso y largo,
muy
largo, bajo una bóveda de estrellas
o de
los rayos del sol.
Aseguran,
que la naturaleza humana
sin
duda, es la sordidez.
Más yo
elijo con fervor
la
tremenda lucidez
de esa
Ítaca interior.
Y hacia
ella camino, despacio
sin oro
esperar, ni absurdas vanidades,
y
cuando por fin a ella haya arribado,
tendré
la convicción absoluta,
que
Ítaca, jamás de mi, se ha burlado.
Claro que hay que buscar esa Ítaca interior a la que poder regresar siempre. Precioso poema le dedicas a este profesor que sin duda debió de ser grande. Comparto también, ale hop!!!
ResponderEliminarFíjate, querida Mayte, a este profesor de Historia Clásica, no lo he conocido nunca en persona, solo lo he escuchado a través de RNE en un programa de madrugada "la noche menos pensada", pero fue tanto lo que influyo en mi su gran pasión por la historia y la manera de contarla, que después de escucharle una vez a la semana durante más de un año, me leí La Íliada, La Odisea, La Enéida y varios clásicos más...
ResponderEliminarEl profesor Souvirón no fue, sigue siendo muy grande y sigue dando clase y escribiendo libros todavía, que es lo suyo...
Aunque de lejos..., pero le tengo una gran estima, a este gran profesor y divulgador de La Historia...
Si, querida amiga, siempre una Ítaca a la que podamos regresar... Feliz noche y fuerte abrazo!!!
Maravilhoso!
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