John Waine
El
Sol acribilla en la calle,
los
carros levantan el polvo,
lentamente
se abren
las
puertas batientes,
en
medio de ellas
un
hombre aparece.
Las
manos, las botas,
el
sombrero y camina
de
forma estudiada,
con
paso indolente.
El
tahúr, la chica.
Su
enorme figura,
impresiona
al entrar,
ya
tiemblan de miedo
los
torpes vaqueros,
el
que entra, es,
John
Waine.
El
ceño fruncido, las manos,
las botas,
su enorme sombrero,
whisky
y cerveza, las balas,
la
ropa se rompe,
el
cinto, el colt y las manos,
la
leche es muy mala,
el
sheriff con su placa
y la
sangre en el suelo.
Catorce
centavos dicen,
que
vale un entierro.
El
fuego, las balas, el polvo.
A más
de dos millas,
si el
caballo, es del bueno,
está
el cementerio.
Un
par de empleados
arrastran
los cuerpos.
La
azada, la pala,
y
unas manos callosas,
que
cavan el suelo.
El
sheriff, la placa,
y la
sangre en el suelo...
las
manos, las balas,
las
botas, el ceño fruncido,
el
enorme sombrero.
La
leche es muy mala,
el
caballo es muy bueno.
La
calle en silencio,
se
sube el jinete,
y a
todo galope se aleja...
Me acuerdo de esas películas, a mi padre le encantaban.
ResponderEliminarQue tengas un feliz día, Servilio.
El cine se quedaría cojo, sin las películas del Lejano Oeste, donde el galope de los caballos hacía temblar la gran pantalla y uno sentía el escalofrío, la gran libertad de los intrépidos jinetes.... Un gran abrazo amiga!!!
ResponderEliminarExcelente poema
ResponderEliminarJohn Wayne símbolo dos filmes de western
Muchas gracias, Marina, sí es un pequeño homenaje a ese tipo de películas del Western.
EliminarUn abrazo.
Te felicito, amigo. El lejano oeste hecho cine dentro de un Poema: el tuyo.
ResponderEliminarFelicidades. Un abrazo.
Muchas gracias, querido amigo, sí, jeje, es un poema bastante cinematográfico, me recuerda la infancia y las tardes de cine cuando el galope de los caballos hacia temblar la pantalla...
EliminarUn fuerte abrazo.