La muerte de Don Benito
Hasta
cumplir los ochenta
feliz
vivió Don Benito,
las
labores de sus huertas
las
hacía ligerito,
y
ordeñaba de sus parras
un
par de envases de vino,
cuidaba
de cinco cabras,
seis
gallinas y un perrito.
¡Pero,
díganme! ¿Quién lo sabe?
Lo
que habrá de suceder,…
que
día tan triste fue,
el
día, en que murió su mujer.
Sesenta
años vivieron
labrando
juntos la tierra.
Años
difíciles fueron
aquellos
de la posguerra.
Quién
pudo, tomó otras rutas,
hubo
que apretarse el cinto,
y
hasta pasarlas canutas.
Siete
hijos les nacieron,…
uno
murió de maldeojo,
a,
otro, complícasele un sarampión,
siete
fue los que engendraron,
más,
solo, criaron cinco.
Aún
seis meses no han pasado
de
que muriera Leonor,
él
se ha quedado marchito,
su
cuerpo se ha envejecido,
se
ha achicado, ha encogido
de
la pena y el dolor.
Una
mañana va y le da,
un
mareo, algo sin relevancia,
y
para mayor tranquilidad,
llaman
a la ambulancia,
que
le conduce hasta el hospital,
del
cual, no saldrá jamás.
Toda
su vida fue,
taciturno,
introvertido,
la
mitad habla hacia fuera,...
la
otra consigo mismo.
Ironías
del destino,...
hora
que quería ser,
simpático
y divertido,
elocuente,
sincero,
sarcástico,
extrovertido,...
y
contar tantas verdades
que
siempre había retenido.
Más,
su lengua se ha parado,
no le
quiere obedecer,
toda
ella se ha torcido,
el no
lo puede entender
y
habla consigo mismo:
“el
aire de este hospital,
apesta,
me duele, me abrasa”
quítenme
estos mil tubos
y
llévenme pa mi casa.
La
máscara, las mangueras,
y
esas llagas de mi culo,
¡Por
Dios, no las toquen más!
llévenme
donde pueda oler
el
estiércol de mis cabras,
sáquenme
de este hospital
condúzcanme
hasta mi casa,
no
quiero ver enfermeras,
tengo
que hablar con mis parras,
deposítenme
en la huerta
Y déjenme que me revuelque,
que
pueda hundir yo las manos
donde
planté la simiente.
Quisiera
hablar con la tierra,
la
mía y la de Leonor,...
la de
mis hijos... La nuestra, esa
que
labramos con tanto honor
y nos
llenó la despensa.
Hijos,… no volváis más
a este
maldito hospital...
¡Por
Dios, no me den más besos!
y
llévenme hasta mis huertas,
,... que me pueda revolcar
y
empaparme de sus tierras,
quisiera
morir en ellas
y por
siempre descansar...
Una mañana,... amaneció inerte
el cuerpo de Don Benito,
enchufado
a tanto tubo,
el se
murió tan solito,...
se
hizo cuanto se pudo,
más
no se paró a la muerte.
Bonito cuento; con ese punto de tristeza que también la vida tiene.
ResponderEliminarPara infortunio de los humanos llega la vejez y mucho antes las pérdidas de los seres queridos. ¡Así es la Vida! Que nos permite vivir: a veces, aunque no queramos. Hasta que de repente tira de nosotros...
Un abrazo.
Muchísimas gracias, amigo José Luis, esta especie de romance se lo dediqué, ya hace bastante tiempo a tantos y tantos Don Benitos como tenemos en las zonas rurales, los verdaderamente mantenedores de la tierra y de la naturaleza... Las zonas que se van quedando sin viejos se notan, los pueblos se van cubriendo de maleza y en los veranos fácilmente pueden arder y de echo más de una se ha quemado... Muchos de estos ancianos terminan muriendo en las camas de los hospitales enchufados a las máquinas... lejos del calor de la familia, por que ahora la muerte no se acepta tal cual, lo tienen que mantener enchufado a uno hasta el final...
EliminarUn abrazo, amigo.
Creo que ya te lo había leído en el otro blog, pero ha sido un placer volver a hacerlo, pues es una historia muy entrañable, aunque triste en su final, hecha poema. Y sí, a la muerte no la para ni un tren. Besos y comparto también. Feliz finde, querido Servilio :-))
ResponderEliminarMuchísimas gracias, si, seguro que ya lo habías leído, es un poema que yo le dediqué hace tiempo al hombre del campo, al sacrificado hombre del campo, que también es feliz a su manera y que muchas veces muere de forma inhumana enchufado a las máquinas de los hospitales, lejos del cariño de la familia, porque en esta sociedad lo mantienen a uno enchufado hasta el final.... Un fuerte abrazo, querida Mayte. Feliz finde, como corre el tiempo, amiga mía!!!
ResponderEliminarAh, te lo había leído, pero no lo recordaba, imagino que porque fue hace mucho. Pobre Don Benito, después de tan dura vida (como era la de esos tiempos para casi todo el mundo), se lo llevan a un hospital. Y mira, veo que mi anterior comentario es de abril del 2016 y justo en noviembre de ese año me operaron de una apendicitis gangrenosa, que si tardan unas horas más no lo cuento. Y me pasó como a Don Benito, que no veía la hora de irme a mi casa, porque dos de las enfermeras eran absolutamente insoportables. Menos mal que no acabé entonces como él. Comparto esta vez en MeWe, querido Servilio. Besines :)
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