lunes, 22 de febrero de 2016

La muerte de Don Benito (Poema)














La muerte de Don Benito

Hasta cumplir los ochenta
feliz vivió Don Benito,
las labores de sus huertas
las hacía ligerito,
y ordeñaba de sus parras
un par de envases de vino,
cuidaba de cinco cabras,
seis gallinas y un perrito.

¡Pero, díganme! ¿Quién lo sabe?
Lo que habrá de suceder,…
que día tan triste fue,
el día, en que murió su mujer.

Sesenta años vivieron
labrando juntos la tierra.
Años difíciles fueron
aquellos de la posguerra.
Quién pudo, tomó otras rutas,
hubo que apretarse el cinto,
y hasta pasarlas canutas.

Siete hijos les nacieron,…
uno murió de maldeojo,
a, otro, complícasele un sarampión,
siete fue los que engendraron,
más, solo, criaron cinco.

Aún seis meses no han pasado
de que muriera Leonor,
él se ha quedado marchito,
su cuerpo se ha envejecido,
se ha achicado, ha encogido
de la pena y el dolor.

Una mañana va y le da,
un mareo, algo sin relevancia,
y para mayor tranquilidad,
llaman a la ambulancia,
que le conduce hasta el hospital,
del cual, no saldrá jamás.

Toda su vida fue,
taciturno, introvertido,
la mitad habla hacia fuera,...
la otra consigo mismo.
Ironías del destino,...
hora que quería ser,
simpático y divertido,
elocuente, sincero,
sarcástico, extrovertido,...
y contar tantas verdades
que siempre había retenido.

Más, su lengua se ha parado,
no le quiere obedecer,
toda ella se ha torcido,
el no lo puede entender
y habla consigo mismo:
“el aire de este hospital,
apesta, me duele, me abrasa”
quítenme estos mil tubos
y llévenme pa mi casa.

La máscara, las mangueras,
y esas llagas de mi culo,
¡Por Dios, no las toquen más!
llévenme donde pueda oler
el estiércol de mis cabras,
sáquenme de este hospital
condúzcanme hasta mi casa,
no quiero ver enfermeras,
tengo que hablar con mis parras,
deposítenme en la huerta
Y déjenme que me revuelque,
que pueda hundir yo las manos
donde planté la simiente.

Quisiera hablar con la tierra,
la mía y la de Leonor,...
la de mis hijos... La nuestra, esa
que labramos con tanto honor
y nos llenó la despensa.

Hijos,… no volváis más
a este maldito hospital...
¡Por Dios, no me den más besos!
y llévenme hasta mis huertas,
,... que me pueda revolcar
y empaparme de sus tierras,
quisiera morir en ellas
y por siempre descansar...


Una mañana,... amaneció inerte
el cuerpo de Don Benito,
enchufado a tanto tubo,
el se murió tan solito,...
se hizo cuanto se pudo,
más no se paró a la muerte.



5 comentarios:

  1. Bonito cuento; con ese punto de tristeza que también la vida tiene.
    Para infortunio de los humanos llega la vejez y mucho antes las pérdidas de los seres queridos. ¡Así es la Vida! Que nos permite vivir: a veces, aunque no queramos. Hasta que de repente tira de nosotros...
    Un abrazo.

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    1. Muchísimas gracias, amigo José Luis, esta especie de romance se lo dediqué, ya hace bastante tiempo a tantos y tantos Don Benitos como tenemos en las zonas rurales, los verdaderamente mantenedores de la tierra y de la naturaleza... Las zonas que se van quedando sin viejos se notan, los pueblos se van cubriendo de maleza y en los veranos fácilmente pueden arder y de echo más de una se ha quemado... Muchos de estos ancianos terminan muriendo en las camas de los hospitales enchufados a las máquinas... lejos del calor de la familia, por que ahora la muerte no se acepta tal cual, lo tienen que mantener enchufado a uno hasta el final...
      Un abrazo, amigo.

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  2. Creo que ya te lo había leído en el otro blog, pero ha sido un placer volver a hacerlo, pues es una historia muy entrañable, aunque triste en su final, hecha poema. Y sí, a la muerte no la para ni un tren. Besos y comparto también. Feliz finde, querido Servilio :-))

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  3. Muchísimas gracias, si, seguro que ya lo habías leído, es un poema que yo le dediqué hace tiempo al hombre del campo, al sacrificado hombre del campo, que también es feliz a su manera y que muchas veces muere de forma inhumana enchufado a las máquinas de los hospitales, lejos del cariño de la familia, porque en esta sociedad lo mantienen a uno enchufado hasta el final.... Un fuerte abrazo, querida Mayte. Feliz finde, como corre el tiempo, amiga mía!!!

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  4. Ah, te lo había leído, pero no lo recordaba, imagino que porque fue hace mucho. Pobre Don Benito, después de tan dura vida (como era la de esos tiempos para casi todo el mundo), se lo llevan a un hospital. Y mira, veo que mi anterior comentario es de abril del 2016 y justo en noviembre de ese año me operaron de una apendicitis gangrenosa, que si tardan unas horas más no lo cuento. Y me pasó como a Don Benito, que no veía la hora de irme a mi casa, porque dos de las enfermeras eran absolutamente insoportables. Menos mal que no acabé entonces como él. Comparto esta vez en MeWe, querido Servilio. Besines :)

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